Las localizaciones según el director:
Este es un barrio gris, cuartelero, hermético, de grandes edificios grises, de cemento y pasadizos subterráneos, de ladrillo oscuro y arquitectura imposible, sin árboles, sin apenas comercios, sin pedazos de cielo, hecho a golpe de hormigonera, vertical, laberíntico e impermeable, todo cemento, aluminio y ladrillo. Éste es un barrio de inmigración, de viviendas estrechas, incómodas, de paro, litografías baratas en las paredes y rejas en las ventanas, de miedo y cerrojos, de ropa tendida y de televisores a todo volumen. Este es un barrio de cierres echados, solares en venta, de obras, portales iguales, pilares de la M-40, tráfico rápido y alto que pasa corriendo, sin detenerse jamás en el barrio.
Pero éste tambié es un barrio duro, honesto, orgulloso. Un barrio bajo, con la cabeza bien alta.
Los personajes según el director:
Los paraísos con los que sueñan Manu, Javi y Rai no están tan lejos. De alcanzarlos les separa una autopista y doscientas mil pesetas de renta, un padre sin curro, una habitación compartida, enrejada, el calor del verano y cuarenta metros de protección oficial. De lo que en ellos se esconde les hablan los anuncios de la tele, los escaparates. Son las ventanas, las puertas de salida del barrio. Puertas falsas, claro, protegidas con alarma. No resulta difícil encontrarlos asomados en alguna de ellas, charlando, envidiando, soñando...
Sentados en el banco de su parque, las manos en los bolsillos vacíos y los pies en la tierra, en la tierra del parque, Javi, Manu y Rai le dicen no a las drogas. Y le dicen no al cine, y a las discotecas, y a jugar al tenis, y le dicen no a pasar las vacaciones en los Pirineos. Sentados en el banco de su parque le dicen no a todo, sencillamente porque no pueden decir otra cosa.
La música según el director:
Música de barrio, que escuchamos en las habitaciones compartidas, que recorre los pasillos y atraviesa los tabiques estrechos, que resuena en los patios interiores compitiendo con televisores, discusiones familiares, con los gritos de los niños, entre la ropa tendida y las ventanas enrejadas de las casas, abiertas al aire inmóvil del verano.
Música que pertenecía ya a la película mucho antes de rodarla, que escuchaba mientras escribía los diálogos, que me acompañó después por los barrios buscando los lugares donde había de transcurrir la historia, el parque en que los tres chicos se juntan, la agencia de viajes ante la que van a soñar, el descampado en el que se rompen sus sueños.
La salsa, representando los paraísos tropicales con los que sueñan los tres chavales, haciéndolos realidad entre edificios y descampados, aunque las palmeras sean de poliespán y las mulatas de cartón piedra, aunque para alcanzarlos hayan tenido que atravesar el escaparate de una agencia de viajes. (...) Música que toca una familia de gitanos entre enormes torres de viviendas, la cabra trepando por la escalera, los niños pidiendo entre los vecinos, que miran la actuación aburridos, mientras la tarde languidece (...)
Otras vinieron después, compuestas por Hechos contra el decoro*. A partir de tres conversaciones, un par de noches en Lavapiés y un premontaje, encontraron el sonido de la película.
*Las canciones compuestas especialmente para la película son: La llave de mi corazón y Canción prohibida
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